martes, 16 de junio de 2015

Las mil y una noches y el club de lectura

¡Hola, gavileanos!  


¡Ábrete, libro!, dije y me sucedieron cosas maravillosas. Lo que yo no sabía era que esas palabras ya las había dicho alguien más famoso que una pobre gaviota de biblioteca como yo. Pero no era así exactamente. Las palabras correctas eran "¡Ábrete, Sésamo!" y, como un fantástico sortilegio, se abría una puerta oculta en la roca y podíamos entrar en una gruta repleta de tesoros y riquezas infinitas. El problema estaba en que esas preciosidades no podían ser robadas o podríamos terminar muy mal. Y si no me creéis solo tenéis que leer o que alguien os lea o cuente las maravillosas historias de Las mil y una noches. Muchos ya habéis leído algunas de sus historias en el Club de lectura del instituto. ¡Qué suerte que os halláis perdido en las arenas del tiempo y en las laberínticas palabras que son historias de esta recopilación! Mi abuela, que era gaviota de oriente, contaba que ella había estado presente cuando Sherezade contaba cada historia para burlar el destino que parecía perseguirla hasta la muerte. Ella contaba que Sherezade se inspiró en ella para contar la historia de un loro que desveló las infidelidades de su amo. ¡No me sorprendería que así fuera! ¿Acaso no habrías inventado una historia para una gaviota que habla? Y evidentemente habríais dicho, como Sherezade, que era un loro en lugar de una gaviota, para que sea más creíble todo. Dice que era un gozo maravilloso escucharla narrar historias milenarias. Vosotros sabéis de qué hablo, porque el jueves pasado estuvisteis aquí, en la biblioteca, hablando sobre el libro y escuchando alguna de esas historias de boca de la maestra Anto y de vuestra compañera Sokaina. Si, al igual que Sherezade, ellas dependieran de sus habilidades narrativas para sobrevivir, estoy seguro de que lo harían. Además, la sesión fue distendida, regada con buen refresco, salpicada con palomitas de maíz y aromatizada con opiniones variadas de un libro ya mítico de oriente.




Nadie sabe la pena que siento cuando os vais todos de la biblioteca. Después de este encuentro lector del club, que es el último de este curso, me siento todavía más apenado. Ha sido un curso lleno de aventuras. Compartir lecturas, sensaciones, amistades y buenos momentos han hecho de este curso algo mágico. Entre páginas y páginas de sonrisas, yo me acicalaba y veía vibrar la biblioteca con vuestras presencias. Tan acogedor ha sido todo que no me apetecía volar fuera de estas paredes y escapar al mar. Prefería quedarme y esperar a que llegarais con vuestras ganas. Como decía mi abuela, la gaviota oriental, "Vivir es escribir un libro a infinitas manos". No sé si entendéis bien lo que quería decir, pero espero que sí lo podáis interpretar bien. 




Simbad el marino, Aladino y la lámpara mágica, Alí Babá y los 40 ladrones... Historias insertadas en otras historias, como el hilo que forma un pañuelo de colores. Historias mezcladas con otras, con momentos de mayor interés pausados para mantener la atención del lector o para salvar la vida. Historias de amor, de amistad, de sabiduría... historias como las nuestras, pero con nombres venidos en el viento de levante o en alfombras mágicas que transportan hermosas palabras, aromas de otro tiempo.

¡Ábrete, libro!, dije, y al final no solo se han abierto los libros, también los corazones y los lazos de pura amistad. 



Ahora me voy a hacer la maleta, pues pronto sonará el último timbre de este curso y no quiero que las lágrimas de despedida ahoguen a esta gaviota de biblioteca. ¡Ábrete, libro! y que las historias de nuestros amigos los libros se nos muestren con su magia, como las joyas que contienen entre sus líneas, mucho más inconmensurables que las encontradas por Alí Babá en aquella cueva.




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