lunes, 22 de diciembre de 2014

Cuento: El espíritu navideño

Qué solo estoy en la biblioteca. Está todo tan vacío... Se nota que estáis todos de vacaciones. Tengo que confesaros que no me gustan las vacaciones porque os vais todos. Después de unas semanas con cámaras y todo el mundo trabajando, es normal que me sienta solo. Gavileo además de libros necesita compañía. 

A pesar de todo, estoy contento. Antes de que os fuerais del instituto, cuando ya se iban a apagar las luces de las aulas y todos esperabais a que sonara el timbre que marca la hora de salida, una de vuestras compañeras me dejó un sobre. Lo abrí con emoción. Qué complicado es abrir un sobre cuando no tienes manos. Por suerte, yo soy un experto en usar el pico; y no solo hablando, que conste. Como leo tanto, tengo un manejo del pico que nadie más posee. Paso las páginas gracias a mi gran pico, de hecho. Por lo tanto, abrí el sobre y qué sorpresa me llevé: Sokaina Hatab había escrito un cuento para todos. 

Sentaos cómodamente. Preparad una taza de té y unas galletitas de canela. He aquí un cuento navideño de la mano de vuestra compañera.



El espíritu navideño

"Hacía frío. Empezaron a caer copitos de nieve. Estaba empezando a nevar. Muy rápidamente, las calles y los tejados se cubrieron por un manto blanco y las pisadas del gentío quedaban grabadas sobre la nieve.

Rina también se encontraba entre toda la gente, con mucho frío. No iba con ropa calentita ya que no tenía. Pero había que conformarse con lo que uno tenía y estaba muy agradecida por sus vaqueros raídos y su blusa de cuello.

Rina se sentó en unas escaleras y contempló a todas aquellas personas que cruzaban la calle con prisas, con enormes bolsas llenas de regalos, adornos, turrón, pavo... todo lo típico de Navidad que ella no poseía. Aunque estaba feliz de tener a unos padres que querían tanto, no podía evitar sentir envidia por todas aquellas personas. Podían celebrar la Navidad sin preocupaciones, mientras que su familia no tenía ni para un árbol pequeño de Navidad. Pensando en su situación, unas lágrimas rodaron por sus mejillas. Se abrazó las rodillas y dejó que las lágrimas fluyeran a su antojo.

- ¿Qué te pasa, pequeña? -dijo de repente una voz.

Rina alzó la mirada y vio delante a una mujer de cuarenta y pico años.

- Lo que me pasa no tiene solución -replicó, bruscamente-. Pero -siguió contando, ya que necesitaba explicárselo a alguien, aunque fuera una desconocida-, mi familia no tiene dinero y no celebramos la Navidad. Para mí es muy importante, pero, pero...

Rina dejó de hablar y bajó la mirada, sollozando. La mujer le acarició la cabeza y rebuscó algo en su bolso. Sacó una chocolatina y se la entregó a Rina. Esta se levantó, ofendida, y gritó:

- ¡No necesito tu compasión! Todos sois iguales. Veis a gente sufrir y nunca la ayudáis. ¡Solo os importa vosotros mismos!

- Rina, coge la chocolatina y ve a casa.

Ya iba a replicar cuando la oyó llamarla por su nombre.

- ¿Cómo...? -preguntó, contrariada.

La extraña mujer volvió a tenderle la chocolatina mientras repetía:

- Coge la chocolatina y ve a casa. Te espera una gran noticia. Y no dejes de creer en el espíritu navideño -añadió.

Rina hizo lo que le decía. Ya iba a darle las gracias cuando vio que estaba sola. Esa noche, cuando volvió a casa, le esperaba una gran noticia. A su padre lo habían ascendido y, gracias a ello, el día de Nochebuena hubo villancicos, árbol de Navidad, pavo y muchos regalos.



¿Y tú, crees en el espíritu navideño?"

Sokaina Hatab. 3ºA




Bonito cuento, ¿verdad, chicos y chicas? Solo hay una cosa que no me gusta: ¡coméis pavo! Yo preferiría que comierais pescado como yo, pero no me queda otra que ponerme en vuestro lugar. En cualquier caso, pasad unas felices fiestas y aprovechad para leer un rato cada día. Es muy gratificante ponerse la mesa camilla con el brasero y leer un buen libro. No hay nada mejor. 

¡Feliz Navidad, galileanos!

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